La Inconsciencia
Recuerdo la vez que Francis Elizalde, mi terapeuta y tutor de mi curso, me decía: -No te enamores de tu pantera.
No puedo evitarlo estoy enamorada de mi pantera, de mi multiorgasmia, de mis vivencias de la Diosa, de amar el amor.
Son instantes, percepciones, momentos y en el mejor de los casos estados que experimento y por los que tiene sentido mi vida y mi vocación.
No voy a jugar al juego del pequeñismo. Miento, sí lo haré muy a mi pesar si continúa mi pasado volviendo, pero sé que también pasará y me quedaré esperando a que llegue de nuevo lo superior y me señale el camino, me susurre al oído:
-Anita, esto ES, entrégate. Deja de ser tú y tírate al vacío, tú puedes. ¿No ves que eres una puta vailente-incosciente?.
Acabo de darme cuenta del valor de ser una inconsciente. Para integrar un estado de conciencia superior, así de golpe, cabe iluminar el inconsciente.
Lo superior es aquello que está más allá de lo conocido. Cuando accedo a esos estados el inconsciente deviene en consciente, se suma información de golpe a mi consciencia.
Las personas valientes-inconscientes no tenemos tanto miedo a la integración. Asumimos más riesgos y con ello estamos preparadas para lo desconocido.
Digo yo.
“Su vehemencia”- me diría Paloma mi amiga del alma y del yogur con una reverencia.